
Lo único difícil de todos los días, es ver las batallas campales entre mis corazones absolutamente obstinados a ser el ganador en la mañana y permanecer enraizado entre mis costillas vacías hasta el próximo encuentro.
Los reptiles nos recogemos
en el silencio helado de la tierra.
Casi violentamente planteo los alcances de la insconstrucción.
¿Hasta qué punto una persona no construida puede llegar a estructurar una vida? La respuesta es el silencio, ese en el que los reptiles suelen recogerse. La falta de concreción, que atrapa como peste a los protagonistas de cualquier problemática es un determinante en su devenir. Y sepulta cualquier posibilidad esperanzadora. Por una parte, el uno, que con el silencio se ha resguardecido por tantos años, fijado por su indecisión y su inseguridad, se transforma en un hombremujer que ya estaba muerto y que no cuenta con su deceso. Y el dos, en un intento extenuante por seguir viviendo, se dedica a una inconclusa y eterna reconstrucción.
Si me sintiera optimista, añadiría algún mensaje que refutara ambas opciones, y apelaría a la posibilidad romántica de las nuevas oportunidades; pero guardaré silencio y mantendré la idea de que nada queda por hacer cuando los seres humanos están cansados ya del sol.
Y su verdad, que hasta ahora parecía tan absoluta,tan sólida, se le desencaja[…], sumándose irreversiblemente al resto de las verdades relativas y confusas.
Dentro del inconsciente las represiones, dentro de las represiones el olvido, dentro del olvido, los secretos, dentro de los secretos el silencio. El silencio, que crece como un elefante escondido en las pulsiones. O se revela en el inconsciente de la muerte, en el deseo de la trascendencia, en el no decir lo que es evidente.
No decir de Andrea Maturana, presenta una desnudez de la psiquis colectiva, imprime la concreta sensación de que todas las personas tienen un algo no dicho, muestra una sociedad metaforizada en un nicho de secretos, corrupto y podrido. A la vez, evidencia un universo formado de verdades, donde la propia construcción de una realidad, ficticia en lo absoluto, es lo que define a cada individuo. La verdad como un simple escape del inconsciente, como una filtración dentro de lo que está reprimido en una sociedad de lo no dicho.
A pesar de la calidad cuestionable de la mayoría de los cuentos, la indómita pluma expuesta en “Las dos vidas de Perrito” y “Lo mismo de siempre”, provoca un choque fuerte entre lo posible y lo lograble literariamente. Ausencia de contraposición, solo está la potencialidad del suceso y la idea, algo ilusa, acerca de los secretos más sepultados, y el minuto en que se revelan brutalmente, incluso después de la muerte.
Quizás esa es la única falencia del tópico de los secretos en la literatura: o se revelan o se mantienen guardados; Maturana los sesga y vomita a la luz de la verdad, y en ello cae en la utopía, por que la capa grasosa y pétrea que rodea al inconsciente es más verídica, y menos fácil de menoscabar que las voces alzadas. Quizás tomar conocimiento de ello es más chocante que las verdades que cualquiera pudiese creer enunciar.
Es como cuando cantan una canción y debes seguir la melodía. Un par de veces con errores y después hasta la cantas con sones propios. Improvisas, te sales de regla y te gusta.
Te adaptas a esa nada que te sobrecoge.
Lo triste de todo son las ganas de arrancarte el Sector Muerto dentro tuyo y botarlo. Porque el dolor es tan concreto. Como si se iluminaran los ardores. (igual que en Drácula de Coppola, cuando él fornica como lobo y Winona Ryder trasluce su tejido sanguíneo desde el pecho palpitante). Un solo arranque. De cuajo. Un sonido viscoso y quizás nada más. El dolor desaparece. Ninguna petición más .
Ojos cerrados.
Completamente cerrados.
Apretados hasta que te revienten las sienes.
Quiero mo-rir-me. Es gracioso que suene más como lo siento con los guiones entremedio. Casi como la forma de los distintos estados. La gradualidad de los pasos.
Inspiro, levanto, corto.
Inspiro, avanzo, caigo.
Inspiro, tomo, jalo.
Listo. Nada más simple. Ojalá tuviera la fuerza para destruirme. Salvación por el caos me retumba en la cabeza desde Palahniuk. Ese libro, también viscoso de letras muertas. A través del caos, de lo peor de la salvación. Yo no quiero un héroe. Quiero el retumbe definitivo en mi cabeza. Quizás la explosión, finalmente, de ese aneurisma que crío como una araña empolla sus huevos.
La desesperación me completa. La angustia llega a ser constructiva del estado de ánimo permanente. Me molesta que no se acabe. Ojalá supiera cómo acabarla. Ojalá supiera cómo no escribir letras mamonas, como las que odio en tantas otras manos absurdas. Cómo tomarme el pelo en un moño tirante y olvidarlo todo. Eso sobre todo. Olvidarlo todo.
Ya no tengo fuerzas ni siquiera para levantar los ojos. Para encararme con el hambre característica a la vida y arrebatarle mi cuerpo al tedio. Nada. Puros temblores y dolores que siguen punzando. Mortales.
Tengo ganas de que me roben el alma en un grito. En un espasmo. En un mía.
Tengo ganas de terminar de escribir estas ficciones que la gente ingenua cree para empezar a destrozarlos con mis canciones. Con esa canción. Con la que cantas después de seguir la melodía. Esa, un par de veces con errores y que después hasta la cantas con sones propios. Improvisas, te sales de regla y te gusta. Te gusta, de verdad te gusta.
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No quiero saber nada del asco.
Ni de dios ni del diablo.
Especialmente de dios. Que se cae a pedazos en trozos patéticos
sin mi interés alguno por los crash de su reventar contra el piso.
Te sigo comiendo las bocas ácidas.
Los dientes blancos que solo
han sabido morder mis trozos sanos para arrancarlos con placer masoca de mis restos necrófilos. Siguen ahí con ganas de reventarlas contra mis manos para borrarles mi precioso paso por ellas.
Muer(d)ete y muere.
Llévate tus ansias petrificadas en egoísmos latentes
y pesares por mi voz ronca segura que te escupe eso que los colores te ocultaron.
Nadie te robará la muerte para quedársela y que sigas moviendo tus hilos, titiritero.
Nadie más.
Y lo sabes.
Sabes que mis sueños que un día no dopados soñaste son los que buscarás por siempre y no encontrarás. No encontrarás nunca lo que buscas precisamente porque lo perdiste. Trabajaste con persistencia de obra maestra para perderlo todo. Mataste con ansias mansonicas lo que se construyó con olor a tiempo, sangre, semen y sal. Especialmente sal.
Ya no basta con las palabras que siempre fueron suficientes. Los rasgamientos al intentar correr como loba furiosa a atrapar los frisbies de tus ganas se hicieron masivos y me desangro. Muestro los dientes y aúllo con dignidad en la certeza de querer dormirme en los ojos de la luna. Nos escuchó el silencio. Y eso reventó las burbujas de oxígeno pegajoso que nos mantenían en la misma manada. Gritamos y no queda nada. Lloramos y no queda nada. Nos rompemos y no queda nada.
Ojalá me hagas llegar tus ganas de alguna ectoplasmática manera. Que valga la pena. Que se recuerden los ácidos con salsa de berries, las cosas por las que desenvainamos, las sangres en las venas derramadas y las tristuras que no están enterradas en mierda. Ojalá me los hagas llegar porque no alcancé a retenerlos y por más que me agazapé no pude alcanzar las razones cuando huyeron despavoridas de los monstruos tentaculosos de la decepción y el cansancio. Yo hice lo que nunca debí. Lo que tatuamos no hacer. Olvidé. Me rasgué el estómago y como piedras arranqué todo lo que dolía, lo que pesaba, pero olvidé dejar un residuo, olvidé permanecer, mantener separadas las telarañas entre lo malo y lo bueno, y buscando el alivio lo saqué todo, absolutamente todo. Y ví, en ello, tus manos huesudas ayudándome a sacar de cuajo cualquier retazo que quedara; como el partero indolente frente a mis gritos, del retoño de nuestras memorias.
Me muer(d)o. Y el ciclo continúa. La loba vuelve a la tierra del descanso de su luna quebrada para ser parte del todo. Práctica y feliz. Esperará a que un día, un mal cachorro quiera saberla en su vientre, reparadora, y absorba en un lamido sus cenizas triunfantes en la espera de sangre joven para volver a la vida.
Yo ya no escribo cartas. No observo más que mis patas atrofiadas y no puedo llegar de otra forma. Ya no grito. Ya no hago más que esforzarme en respirar mis últimos estertores. Ya no hago nada. Ya no depende de mí. Y te lo escribí en la cara con una seguridad que hoy me sorprende. Hoy me lo repito a mi misma con certezas que sorprenden. Pero no puedo más nada. Aunque quisiera, eso es todo.
Ojalá una sonrisa al final de la sombra.
con disposición.
Y morir resignados, lamiéndose como perros, en una mamada eterna.
Ya no me pesa matar mariposas con la voz.
Ramera.
-Ahora ponemos una luz roja, pero en la Edad Media los prostíbulos se anunciaban colocando un ramo de coloridas flores en la entrada del local.
Rameras.
Tipos como formas en las olas.
Modos, manos, dedos.
Sudorosos pliegues sin-vergüenzas...
Siento tu olor perdurable.
ese de las piernas humedas
cuando se rozan por mis mejillas.
No está permitido.
Ni siquiera por esos dos fajos que se reflejan en mis lubricaciones.
Somos tantas.
Soy tantas.
En secreto escribí mis carnes más blandas.
Cuello
Espalda
Muslos
LabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabios
LabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabios
LabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabios
LabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabios
LabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabiosLabios
Tienen pliegues mis labios.
Con sus caldos cerré el sobre.
-Caramelito caramelito, rózame un poco más si, oh si...
Rósame con tus pétalos abiertos
cárneos rojos
de gamuzaterciopelo.
Puedo destrozarte caramelito si, oh sí...más...
puedo corromperte desde adentro caramelito
romperte romperte
con el movimiento escogido perpendicular a tus centros gravitacionales.
Tus sonidos no son tan diferentes a los maullidos de un gato.
-Me hubiese gustado ser una puta más puta.
Pero es lo que hay,
la experiencia me sobra en comparación con las ganas.
Vuelvo a ser la putausencia.
Apago la luz y no queda nada que sea oscuridad.
Sigo siendo la puta de la ausencia.
Más que nunca.
Aunque es imposible desmentir que los dedos de la ausencia saben a gloria.
Por ti que pasas y no manoseas con letras, un gemido lento, esponjoso como se empieza a poner todo esto.
Para ti, que no te atreves a decir lo que sientes, un movimiento rápido de dedos jugosos....
A ti, necia de ilusiones estúpidas, un lamido y tres vibraciones rápidas acompañadas de estertores.
Sin ti, no, no podría, pobre infante con un montón de letras incrustadas en el cuerpo que desparramas tontamente con ideas de algo nuevo, mmmmmmmmmmm......
Tú, loco de pueblo, y tus corduras de madurez instantánea, tan absurdas, tan absurdas, tan ab- sur-d-a-a-a-a . . . . . .
Un poco por ti, triste historia que rondas por mi cabeza incompleta, coronada por la inconstancia ahhh...mmmmmmmmm.... no paro, no p a r o....
Rápido, más, más rápido...por tí...oh..si, por tu, tus, mis, anhelos furiosos...su-e-ñ----ossssssssss....mmmmmm ro-tttttttttttttttt......................osssss..... ohhhh....................
Un poco más, sólo un poco mmmmmmmmmmmmmmmmmmás por ti, de Ohhhhhhjos transparentessssss......... mmmmmi...yo....Rammmmmera...a-h- a-h- a-h- -a-h----
( VACIO )
Me quedan un par de dedos sin lamer.
Les jours existent
dans quelle folie me permet de
mordre la langue des autres
- les jours lugubres -
parce qu'avec son fil,
il a vomi le propre empatía
et reviennent les désirs
d'un moment
¡Seulement un moment!
dans la peau de l'autre
La folie
ne me permet pas
d'épeler ce que je ne sens pas
elle ne permet pas
que je me couche
avec les subversions inconnues.
Peut-être la folie veut
que je seul mange sa bouche
et absorbe son oeil unique.
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Traducción al francés de uno de los poemas de la Tríada "Insania". La idea fue darme cuenta de que algo me acuerdo.