17.10.11

Labio mordido

Es poder ser esa que me encanta ser. Todas. Los nombres que nadie me dijo nunca por que nunca me di cuenta que la violencia es el camino y que Gandhi nunca supo lo que es bueno. Con todos los problemas absurdos de mi estrcutra loca y furiosa, mis vehemencias y mis perfidias, con todo lo que había delante y detrás. Con todas las dudas. Todo el verbo táctil intenso y ansiado. Con espacios reducidos a la nada y al todo al mismo tiempo. A lo terrible y lo brutal coexistiendo con canciones que hablan de lo hermosa que es la sangre de los otros corriendote por el cuerpo.
En esos segundo dónde me doy cuenta porqué hay cosas prohibidas. Por que el placer no puede sino estar prohibido por constituirse placer y negar todas las posibilidades que lo intervienen. Porque morderse los labios no es un gesto inocente y la inocencia desde su valoración absurdamente social y comparativa, tiene, debe, exige que considerarlo una falta. La gracia de la transgresión es que se traspasa y destroza, desde el destroce corporal y cárneo como la raíz de la palabra que desmiembra. Soy Plutón devorando. 
Nunca fui tan Paz. He hecho muchos juegos simpáticos lingüísticos con mi nombre en la vida. Y nunca fui tan Paz ahora que escribo tan poco, pero mis letras encuentran bocas en las que triturarse. Un Goya, dos viajes, tres records.