19.11.07

Hoy tengo ganas de escribiendo saliéndonos de esta temática oscura y lemebeliana que nos circunda a mi y a la locura, dueñas de este blog. Definitivamente, el calor y la gordura hacen estragos entre mis piernas cansadas de abrirlas y cerrarlas en compases que no corresponden, en ritmos selváticos que ya no sé de dónde vienen, y por último ya he dejado de oir los sones pérfidos que acompañan mi apertura-cerradura. Por eso dejo de escribir de sexo. Dejo de escribir de lo rico que es amarrarte la espalda desnuda y sudorosa entre mis manos, en un placer que nadie, nadie, ni siquiera tú, si tú intrusa que lees has podido disfrutar. Ni hablar del peso de tu cuerpo acompasado entrando y saliendo, en un ritmo que ni siquiera bailando conseguimos. Demonios. Caí otra vez. Sigo hablando de tu boca en mi cuello, de tu lengua en mis pechos, de nuestro sudor conjunto. No más. No más. Pero...¿ y si hablo de tu lengua en posición tan característica cuando te inundo de placer los ojos? No mejor no. Mejor lo dejamos en secreto y hablo del calor ambiental, de los 34.5 grados que mojan las paciencias y embotan las cabezas, del calor asqueroso que me llena los pómulos de asco y de ansia a la vez pensando en que no tendría porqué vivirlo si me voy a Europa en 39 días. Primavera dónde estás? Y ojalá que eso no suene a pregunta retórica en busca del olor a amors en la época, porque tendría que ser un individuo bastante abierto de mente para aguantar todas las porquerías que voy a hacer en vacaciones.

Suerte a los que lean. Especialmente a los que tendrán que aguantarme a la vuelta.

11.11.07

Siseo a la identidad y al silencio.


Los reptiles nos recogemos

en el silencio helado de la tierra.

Casi violentamente planteo los alcances de la insconstrucción.

¿Hasta qué punto una persona no construida puede llegar a estructurar una vida? La respuesta es el silencio, ese en el que los reptiles suelen recogerse. La falta de concreción, que atrapa como peste a los protagonistas de cualquier problemática es un determinante en su devenir. Y sepulta cualquier posibilidad esperanzadora. Por una parte, el uno, que con el silencio se ha resguardecido por tantos años, fijado por su indecisión y su inseguridad, se transforma en un hombremujer que ya estaba muerto y que no cuenta con su deceso. Y el dos, en un intento extenuante por seguir viviendo, se dedica a una inconclusa y eterna reconstrucción.

Si me sintiera optimista, añadiría algún mensaje que refutara ambas opciones, y apelaría a la posibilidad romántica de las nuevas oportunidades; pero guardaré silencio y mantendré la idea de que nada queda por hacer cuando los seres humanos están cansados ya del sol.

Verdad: Partículas de inconsciente.

Y su verdad, que hasta ahora parecía tan absoluta,tan sólida, se le desencaja[…], sumándose irreversiblemente al resto de las verdades relativas y confusas.

Dentro del inconsciente las represiones, dentro de las represiones el olvido, dentro del olvido, los secretos, dentro de los secretos el silencio. El silencio, que crece como un elefante escondido en las pulsiones. O se revela en el inconsciente de la muerte, en el deseo de la trascendencia, en el no decir lo que es evidente.

No decir de Andrea Maturana, presenta una desnudez de la psiquis colectiva, imprime la concreta sensación de que todas las personas tienen un algo no dicho, muestra una sociedad metaforizada en un nicho de secretos, corrupto y podrido. A la vez, evidencia un universo formado de verdades, donde la propia construcción de una realidad, ficticia en lo absoluto, es lo que define a cada individuo. La verdad como un simple escape del inconsciente, como una filtración dentro de lo que está reprimido en una sociedad de lo no dicho.

A pesar de la calidad cuestionable de la mayoría de los cuentos, la indómita pluma expuesta en “Las dos vidas de Perrito” y “Lo mismo de siempre”, provoca un choque fuerte entre lo posible y lo lograble literariamente. Ausencia de contraposición, solo está la potencialidad del suceso y la idea, algo ilusa, acerca de los secretos más sepultados, y el minuto en que se revelan brutalmente, incluso después de la muerte.

Quizás esa es la única falencia del tópico de los secretos en la literatura: o se revelan o se mantienen guardados; Maturana los sesga y vomita a la luz de la verdad, y en ello cae en la utopía, por que la capa grasosa y pétrea que rodea al inconsciente es más verídica, y menos fácil de menoscabar que las voces alzadas. Quizás tomar conocimiento de ello es más chocante que las verdades que cualquiera pudiese creer enunciar.

9.11.07

De Destrozos y Canciones.

Es como cuando cantan una canción y debes seguir la melodía. Un par de veces con errores y después hasta la cantas con sones propios. Improvisas, te sales de regla y te gusta.

Te adaptas a esa nada que te sobrecoge.

Lo triste de todo son las ganas de arrancarte el Sector Muerto dentro tuyo y botarlo. Porque el dolor es tan concreto. Como si se iluminaran los ardores. (igual que en Drácula de Coppola, cuando él fornica como lobo y Winona Ryder trasluce su tejido sanguíneo desde el pecho palpitante). Un solo arranque. De cuajo. Un sonido viscoso y quizás nada más. El dolor desaparece. Ninguna petición más .

Ojos cerrados.
Completamente cerrados.
Apretados hasta que te revienten las sienes.

Quiero mo-rir-me. Es gracioso que suene más como lo siento con los guiones entremedio. Casi como la forma de los distintos estados. La gradualidad de los pasos.

Inspiro, levanto, corto.
Inspiro, avanzo, caigo.
Inspiro, tomo, jalo.

Listo. Nada más simple. Ojalá tuviera la fuerza para destruirme. Salvación por el caos me retumba en la cabeza desde Palahniuk. Ese libro, también viscoso de letras muertas. A través del caos, de lo peor de la salvación. Yo no quiero un héroe. Quiero el retumbe definitivo en mi cabeza. Quizás la explosión, finalmente, de ese aneurisma que crío como una araña empolla sus huevos.

La desesperación me completa. La angustia llega a ser constructiva del estado de ánimo permanente. Me molesta que no se acabe. Ojalá supiera cómo acabarla. Ojalá supiera cómo no escribir letras mamonas, como las que odio en tantas otras manos absurdas. Cómo tomarme el pelo en un moño tirante y olvidarlo todo. Eso sobre todo. Olvidarlo todo.

Ya no tengo fuerzas ni siquiera para levantar los ojos. Para encararme con el hambre característica a la vida y arrebatarle mi cuerpo al tedio. Nada. Puros temblores y dolores que siguen punzando. Mortales.

Tengo ganas de que me roben el alma en un grito. En un espasmo. En un mía.

Tengo ganas de terminar de escribir estas ficciones que la gente ingenua cree para empezar a destrozarlos con mis canciones. Con esa canción. Con la que cantas después de seguir la melodía. Esa, un par de veces con errores y que después hasta la cantas con sones propios. Improvisas, te sales de regla y te gusta. Te gusta, de verdad te gusta.