11.11.07

Verdad: Partículas de inconsciente.

Y su verdad, que hasta ahora parecía tan absoluta,tan sólida, se le desencaja[…], sumándose irreversiblemente al resto de las verdades relativas y confusas.

Dentro del inconsciente las represiones, dentro de las represiones el olvido, dentro del olvido, los secretos, dentro de los secretos el silencio. El silencio, que crece como un elefante escondido en las pulsiones. O se revela en el inconsciente de la muerte, en el deseo de la trascendencia, en el no decir lo que es evidente.

No decir de Andrea Maturana, presenta una desnudez de la psiquis colectiva, imprime la concreta sensación de que todas las personas tienen un algo no dicho, muestra una sociedad metaforizada en un nicho de secretos, corrupto y podrido. A la vez, evidencia un universo formado de verdades, donde la propia construcción de una realidad, ficticia en lo absoluto, es lo que define a cada individuo. La verdad como un simple escape del inconsciente, como una filtración dentro de lo que está reprimido en una sociedad de lo no dicho.

A pesar de la calidad cuestionable de la mayoría de los cuentos, la indómita pluma expuesta en “Las dos vidas de Perrito” y “Lo mismo de siempre”, provoca un choque fuerte entre lo posible y lo lograble literariamente. Ausencia de contraposición, solo está la potencialidad del suceso y la idea, algo ilusa, acerca de los secretos más sepultados, y el minuto en que se revelan brutalmente, incluso después de la muerte.

Quizás esa es la única falencia del tópico de los secretos en la literatura: o se revelan o se mantienen guardados; Maturana los sesga y vomita a la luz de la verdad, y en ello cae en la utopía, por que la capa grasosa y pétrea que rodea al inconsciente es más verídica, y menos fácil de menoscabar que las voces alzadas. Quizás tomar conocimiento de ello es más chocante que las verdades que cualquiera pudiese creer enunciar.

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