5.8.07

Misiva ciega.

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No quiero saber nada del asco.
Ni de dios ni del diablo.
Especialmente de dios. Que se cae a pedazos en trozos patéticos
sin mi interés alguno por los crash de su reventar contra el piso.

Te sigo comiendo las bocas ácidas.

Los dientes blancos que solo
han sabido morder mis trozos sanos para arrancarlos con placer masoca de mis restos necrófilos. Siguen ahí con ganas de reventarlas contra mis manos para borrarles mi precioso paso por ellas.

Muer(d)ete y muere.
Llévate tus ansias petrificadas en egoísmos latentes

y pesares por mi voz ronca segura que te escupe eso que los colores te ocultaron.
Nadie te robará la muerte para quedársela y que sigas moviendo tus hilos, titiritero.

Nadie más.

Y lo sabes.
Sabes que mis sueños que un día no dopados soñaste son los que buscarás por siempre y no encontrarás. No encontrarás nunca lo que buscas precisamente porque lo perdiste. Trabajaste con persistencia de obra maestra para perderlo todo. Mataste con ansias mansonicas lo que se construyó con olor a tiempo, sangre, semen y sal. Especialmente sal.

Ya no basta con las palabras que siempre fueron suficientes. Los rasgamientos al intentar correr como loba furiosa a atrapar los frisbies de tus ganas se hicieron masivos y me desangro. Muestro los dientes y aúllo con dignidad en la certeza de querer dormirme en los ojos de la luna. Nos escuchó el silencio. Y eso reventó las burbujas de oxígeno pegajoso que nos mantenían en la misma manada. Gritamos y no queda nada. Lloramos y no queda nada. Nos rompemos y no queda nada.

Ojalá me hagas llegar tus ganas de alguna ectoplasmática manera. Que valga la pena. Que se recuerden los ácidos con salsa de berries, las cosas por las que desenvainamos, las sangres en las venas derramadas y las tristuras que no están enterradas en mierda. Ojalá me los hagas llegar porque no alcancé a retenerlos y por más que me agazapé no pude alcanzar las razones cuando huyeron despavoridas de los monstruos tentaculosos de la decepción y el cansancio. Yo hice lo que nunca debí. Lo que tatuamos no hacer. Olvidé. Me rasgué el estómago y como piedras arranqué todo lo que dolía, lo que pesaba, pero olvidé dejar un residuo, olvidé permanecer, mantener separadas las telarañas entre lo malo y lo bueno, y buscando el alivio lo saqué todo, absolutamente todo. Y ví, en ello, tus manos huesudas ayudándome a sacar de cuajo cualquier retazo que quedara; como el partero indolente frente a mis gritos, del retoño de nuestras memorias.

Me muer(d)o. Y el ciclo continúa. La loba vuelve a la tierra del descanso de su luna quebrada para ser parte del todo. Práctica y feliz. Esperará a que un día, un mal cachorro quiera saberla en su vientre, reparadora, y absorba en un lamido sus cenizas triunfantes en la espera de sangre joven para volver a la vida.


Yo ya no escribo cartas. No observo más que mis patas atrofiadas y no puedo llegar de otra forma. Ya no grito. Ya no hago más que esforzarme en respirar mis últimos estertores. Ya no hago nada. Ya no depende de mí. Y te lo escribí en la cara con una seguridad que hoy me sorprende. Hoy me lo repito a mi misma con certezas que sorprenden. Pero no puedo más nada. Aunque quisiera, eso es todo.

Ojalá una sonrisa al final de la sombra.



con disposición.

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