21.7.11

Euclidiano.

Olympe le entrega su sangre a Max desde el minuto en que él le toma el cuello y ella se le derrite entre los dedos. Ella sucumbe ante su labio mordiendo y su voz tranquila. Ante todos los dias Todos. Ante el perdón, la respiración pausada y la fuerza de esos dedos delicados y artistas que la toman con la brutalidad y la belleza con que se atraviesan las líneas perpendiculares.

A veces, se tocan con la palma abierta. Luego de dar tantos palos de ciego, y de tantear entre la niebla, el reconocimiento es un poco romperse la piel por la fricción del tacto. Pero nada que no se cure lamiendo las heridas hasta que el sabor metálico de las sangres compartidas sea indistinguible y lo único que quede sea inventar mitologías para contener las explosiones por todas las aristas convergidas.


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