11.3.11

Novedades

Y quiero que me pasen cosas y no pasan. Y planeo la inmortalidad del cangrejo pensando en la tremenda posibilidad de que estoy disfrutándolo. Sí, estoy disfrutándolo. La vida está como completita a pesar de que para la mayoría de las cabezas perturbadas no lo está. Me siento como un globo recién inflado, aunque probablemente, en otra época de mi vida, esa metáfora no la hubiera usado ni por si acaso. Cuando pienso en dar la pelea, siento que me quitaría el tiempo valioso que construí de un tránsito perpetuo (puta que me gusta esa palabra) por tantos espacios intensos.

Me sé.

Aunque tuve que probar, aterrada, negándome, negándolo todo. Lo sigo negando de hecho, sigo negando la oportunidad perdida que me atormenta y me atormentó siempre. Aunque eso ya es una revelación gigante y más aterradora.

Por otro lado, el golpe en la boca del estómago es peor que la patada voladora que salió en la tele. Me chocó esa noticia, porque fue una gráfica grotesca de la sensación que me rompió la médula durante tanto tiempo. Eso, una patada voladora que destroza implacable desde todos los ángulos posibles. Y hoy, cuando me acuerdo, mierda, el titanio que me puse en la columna se tuerce, chillando, aprendiendo la lección universal.

No quiero nada. Solo la continuidad.
Y eso me hace inmensamente feliz.
A mi, la ambiciosa por excelencia.





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