20.4.08

Reciclaje.

No podemos ser ni únicos ni especiales. Quizás porque la unicidad no existe y porque la vida esta llena de experiencias nuevas y significados parecidos. Eso, significados similares que se repiten con una terquedad imposible de controlar. Al final, una relación es un montón de experiencias recicladas que se miran con ojos distintos. Querámoslo o no, son las mismas bocas las que besan, los mismos cuerpos los que se tocan. El mismo tono de voz con el que se dice te quiero, te amo. Las mismas ganas de soñar. De mirar el futuro y vivirlo en un “juntos.” En eso, todas las parejas son iguales. Las tuyas, las mias, la nuestra. Podemos haber jurado amor eterno a otros una cantidad inimaginable de veces. ¡Incontables! y con la intención de verdad en los ojos. Nos creen, y a veces, pero solo a veces, hasta nosotros mismos lo creíamos. Confieso, he pensado en recambiarte la boca esperando que tus besos solo me pertenezcan y no recordar jamás los labios que has compartido. Pero hoy me hiciste notar que no lo necesito. Me chocaron con una sentencia de olvido. Con tu indiferencia más que directa (y, no puedo negar mi gusto con ello, algo cruel) a todo lo que no es nuestro “ahora”. Con tu sensación de permanencia particular en esto que no percibes, ni has percibido. La sensación de que quieres quedarte y que tienes ganas de quedarte y te quedas. Te quedas. De que no es un simple derroche de emocionalidad cáustica, desenfreno absurdo que dura dos semanas. No es una noche de locuras muertas ni una huída ridícula de nada. Es la idea de querernos, que inteligentemente materializamos con sus costes. Con el dolor y el picor que eso implica. Con tu vida a cuestas, la mía al hombro y armamos la nuestra. Al final, eso es un comienzo a lo que significa la idea de pareja. Para mi el ¡Recíclate!. Que ya aprendí a botar particularidades en botes separados.
Y nuestra recursividad es eterna. Me agrada saberlo, aunque no sea necesario ocuparla toda.

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