21.4.08

Algo Kitsh.


Pudiste haber sido de muchas. De tantas. Y con esas pobre ingenuas, tantas palabras de rompimiento estructural y de deseos de primeras veces. Ahora, siempre, eres un libro abierto para mi. Una poesía destrozada por la métrica. Ni siquiera cuando intentas ocultarte de ti mismo logras escaparte de mis ojos con complejo de Steve Irving. Porque te conozco y te tomo del cuellito reptil para que te quedes quieto y no puedas abrir la boca. Tanta ingenua sí, porque se tragaron todo tu discurso fenomenal del señor romántico e imperecedero que las galanteará hasta que mueran en una intoxicación por comer peluches. (Era lo mejorcito de esa lectura). El resto, puros cuentos repetidos. Las mismas historias contadas en las mismas estructuras sintácticas que me llenaron de miel las orejas. Hasta que vinieron las hormigas y me quedé sorda. Y me quedé ciega también, pero eso fue por sacarme yo misma los ojos como Edipo después de darme cuenta cuánto tiempo me había mentido. Promera vez que lo consigno con tanta frialdad. ¿Puede ser que ya no me importan las cicatrices que tuve que curarme con saliva, lamiéndome, igual que los perros? Ahora me siento orgullosa. Las luzco cuando me preguntan cuál es su gracia en los carretes. -Yo, resucito. Tengo la fuerza de Munrra y Esqueletor en el cuerpo latino de caderas sobredesarrolladas. Y la gente se queda mirándo, esperándo que me ría y sea un chiste. Pero yo sigo seriecita, con el trago amargo entre los dedos, pero con la bombilla en la boca.
Pero no hablamos de mi, que tú eres un objeto más interesante. Un elemento sicoanalizable con el que mi hermeneutica vuela. Puras débiles. Niñitas vacías. Una tendencia emo casi insoportable en tus elecciones. Pequeños esperpentos mezclas de anime y música grunge que podías consolar y maravillar debido a que está(ba)n concentradas en encontrar al artistoide que las saque de la ensoñación rosada y las despierte en la micro para decirles lo hermosas que resultan al reflejo de la baba que les gotea. Alguien que las convierta en musas. Y si pensamos en esa ecuación, qué término más apropiado, eres perfecto para el derrame sentimental de cualquiera.
Inclúyome.
La diferencia, es que a mi me gustaba Candy. Y el gran amor de Candy es Terry, el pajarón interesante, oscuro, malvado, desestructurado y falto de carácter que se somete a casarse con otra que le salvó la vida. No esperaba al príncipe. Conmigo no la vendes, no la compro y eso no lo aguantaste. No soportaste que te quisiera aberrante. Tuviste que salir a la vida y ver que aún tenías el poder de encandilar a alguien con tu imagen creada para después darte cuenta que eso es aburrido y que entre nuestros dos pathetismos había algo más que particular. Y yo, tuve que salir a la vida, conocer a los azules y los turquesas y darme cuenta que siempre me ha gustado el personaje malo de la historia. Ahora ambos nos entretenemos.
En mi versión, Candy hace madurar a Terry y Terry aunque lento, bueno muy lento, se da cuenta de que no tiene porque casarse con la inválida rica, si puede tener a la inteligente guapa. Si la inteligente, a pesar de que vaivenee por la opción, quiere concentrarse en el éxito de lo que emprende. Y no son felices para siempre, porque el final de las series siempre es el comienzo de la vida real y como esto no está pauteado, Candy y Terry se la pasarán peleando por estupideces toda la vida. Se revuelcan en el barro por el resto de sus días. Y olvidan cosas serias y se ríen de los "mio" anteriores, de los "no nos dejaremos nunca", de los "te entrego mi boca" y todas esas cosas absurdas que saben se dicen siempre.
Pudiste haber sido de muchas, Terry. Pero tengo claro, clarísimo, que solo yo te miro a los ojos, te veo el tentáculo monstruoso y sigo besandote con la misma intensidad mientras mi propio colmillo no nos moleste.

1 comentario:

Matías Arjona dijo...

No es acaso la incertidumbre de las probabilidades infinitas?

Menos mal que el futuro es incierto, menos mal. Quien no ha caído de mirar al centro y a los lados?


Ci vediamo...doppo...dove? Non é dificile?