15.5.12


Capítulo 1
Te amo porque supiste qué decirle al Hercólubus.

Habitualmente no escribo por la felicidad. Ni por lo tranquilo. Por lo general escribo parada desde la angustia existencial más emo posible, aquel estado mental en el que estás ovillado en la ventana viendo llover en una publicidad triste de algo más triste. Habitualmente escribo llorando. Esta vez, escribo desde la euforia que me provoca toda la energía transcendental que se aparece entre nosotros no como una imagen oscura, sino por el contrario, como un vértigo de insuflos iniciadores.

Algo me pasó cuando te vi aparecer por esa sala. No sé qué, ni cómo, ni por qué. Quizás había una Paz del futuro soplándome al oído que ibas a ser el último. O el primero. O ambos. Que eras las búsquedas a lo Indiana Jones, que eras el pedazo de tierra ambulante que necesitaba para arraigar lo errante. Te apareciste en precisamente lo que yo deseaba, la fractura. Negando todo lo previo, dejándolo todo en ridículo. Y, a la vez, validándolo. Te amo así, dicotómico y poderoso en mi historia.

Una vez escribí un buen texto con muchos ´me gustas´. Lo particular ahí, es que la pulsión no era del TeAmo rabioso que ahora suena tan completo, con tanto sentido y no se sale cuándo debe sino cuando quiere. Ese querer, el deseo, es una tangente de esto. Es transversal tanto al espacio convergente que creamos, como al intercambio de discursos Lacanianos y a la pérdida absoluta de estos. El Deseo es en nosotros, finalmente, un elaborador de absolutos.

Te amo porque es precioso tener la capacidad de levantar la voz y que tu empoderamiento nos acerque desde ahí. Te amo, porque eres capaz de agarrarme el pelo y hacerme temblar, también desde ahí. Te amo porque hay mucho entre nosotros prometedor, pero ello no deslumbra tanto como lo que Hay y Es. Hiciste que la teoría y la filosofía resultaran atractivas leídas con tu voz deliciosa, ambas cosas que rehuí en mi universo de rechazos canallas y racistas, así que esto podría convertirse en un intento.

Te amo no solo porque pasaste la prueba del Hercólobus. 

1 comentario:

Mauricio Quilpatay dijo...

Escribo desde el estertor.

Eres demasiado buena haciéndome sentir brutalidades en mi ser que me llevan a los ojos vidriosos. Tu escrito hace que me den ganas de llorar de felicidad y de amor en tu regazo. Ese llorar del no puedo creer que esto me este pasando a mi en el sentido mas increíble y delectable, totalmente opuesto al "no puedo creer que me este pasando a mi" asociado a la calamidad del abismo. Las lagrimas que sacas a estocadas se dirigen a un abismo de lo exquisito, del sentimiento de plenitud. De cosas inamibles.

Hay un tono distinto en tu puño, además.

También hay mucho de cíclico que me confunde, que se confunde en la historia. Mi entrada en la sala. De hoy, de hace unos años. Todo se junta en mi cabeza en un eterno retorno que parece querer juntarnos, que nos empuja, por uno u otro lado, con más y menos obstáculos. Es gracioso, es tragicómico, es ridículo pero sobretodo es nuestro.

Te amo porque supiste decirme sí a mí, a verme y a escucharme cuando nadie supo hacerlo.